The anniversary jueves, enero 01, 2009
Y diez años después vuelvo al mismo lugar, aunque haya sido en
circunstancias completamente diferentes. Ahora hay más gente en el mundo,
tengo tres sobrinos que en ese entonces ni siquiera en los deseos más
locos de año nuevo habrían sido invocados, el espectáculo
que se vuelve cada año más predecible y más inquietante,
y los diez años completos me dejan lo siguiente:
- el grito más agudo de mi vida, y el último grito real que me
salió del cuerpo;
- más de un momento espantoso en que no veía absolutamente nada,
aunque sintiera el dolor punzante y la sangre en la cara;
- un ojo casi ciego que, por sí mismo, a veces ni siquiera me salva de
chocarme con las paredes;
- una semana de hospital con comidas espantosas para chiquillos con apendicitis,
y dos horas perdidas cada mañana para asistir a mis controles al otro
lado de la capital;
- una semana de clínica con comidas más felices, pero cubierta
de exámenes incómodos y palabras complicadas;
- dos operaciones invasivas de mi pobre ojo ciego;
- muchísimas horas y platas gastadas en oftalmólogos y lentes;
- las bromas de uno o dos muchachos estúpidos que decían "ahí
va la ciega";
- algunas bajas notas en Matemáticas cuando la visión doble me
volteaba los números; y
- el sentimiento rarísimo sentido ayer cuando miraba, desde mucho más
lejos, el espectáculo que me dejó medio ciega de por vida o hasta
que inventen algo que me convierta en mujer biónica y me haga ver de
nuevo. El sentimiento rarísimo que se relajaba un poco cuando una mujer
un poco más allá decía "de repente paran los juegos
un minuto y hacen lesa a la gente" o "se llaman juegos pirotécnicos"( siempre los juegos), que se relajaba ya menos cuando mi hermano apretaba un poco
más su mano en mi hombro y muy cerca me comentaba que claro, al principio
pensó él a sus veintiuno recién cumplidos que yo gritaba
ese día por tener una pataleta, que se relajaba lo menos de todo al pensar
que mis primitas de Argentina quizá estuvieran manipulando esas cosas
con las propias manos, y que había gente muchísimo más
cerca de la torre mirando hacia arriba igual que yo esa vez. No he oído
que le tocara a nadie más, lo que siempre es bueno. Personalmente, cada
vez que vuelvo a mirar es desde una distancia tal que no tenga que doblar tanto
el cuello, para no tener que exponer tanto la cabeza y lo poco que me queda
de los dos ojos.
Etiquetas: ceguera
Me hiciste acordarme de la Jessica Alba jajajaja, es que en una película la mina era ciega, pero no como las caribeñas, y recibía unos ojos ajenos y empezaba a ver cosas.
Güeás que pasan por la cabeza nomás, qué le voy a hacer.
Besos mija.