Ayer tuve un día de mierda. Depresivo. Horrendo.

Yo no sé en verdad lo que será, pero suelo llamarlo día con angustia. El año pasado, y en general todos los años antes de este, me venían bastante seguido (aunque el peak fue definitivamente el 2005 cuando me venían por lo menos una vez al mes) y generalmente me tocaba un día horrible, con obligaciones de colegio, o dramas de amigas, o nada en particular, pero yo andaba enojada y nerviosa y, sobre todo, llorona. Todo el día. A veces sin motivo. Las últimas veces lloraba de soledad. Antes las encontraba prácticas, creo, porque con estos días horrendos lograba descargarme de toda la frustración acumulada durante mi época depresiva, y así lograba andar más o menos bien el resto del tiempo (bien dentro de lo mal, digo), y porque también me servía para andar más ligera. Pero hace un año completo que no me pasaba, porque no lo necesitaba, porque he andado feliz todo el año. Evidentemente me he enojado y esas cosas, durante este tiempo, pero no al extremo de necesitar "mi" día. Ahora me parece atroz tener que gastar un día así en hacer nada más que ser una jovencita depresiva, pero todavía no encontré la manera de revertirlo, a menos que sea esperar a la noche y dormirme sin más.

Pero ayer, entre que leí a Katherine Mansfield (y me gustó mucho, impecable escritura, buenos temas, aunque temas que le tocan el nervio a una), comí arroz pelado y fome porque no tenía ganas de cocinar, y que no me haya levantado y me haya visto todo el día en el espejo despeinada y fea, más el estrés que tenía por una conversación pendiente del sábado en la noche (que solucioné, felizmente), más algo de miedo por mañana y esas cosas, me puso mal.

También vino mi hermano ayer con mi sobrina chica. Ella tiene casi tres años y no nos conocemos de nada. Yo no sé cómo actuar con ella, qué hacer, como jugar, mientras que para ella yo no soy nadie, apenas alguien que tiene un nombre pero que no merece ser saludada por ella, y me ignora completamente, por lo que yo prefiero no imponerle mi presencia, tampoco. No sé. La cosa es que, una vez que cerré la puerta cuando se fueron, me bajaron todas las lágrimas y tuve que venir a echarme a llorar. Calladamente. La catalepsia máxima me vino a eso de las nueve, después de que le conté a mi vieja parte de lo que me tenía mal ese día, más temprano (específicamente el tema que solucioné, porque ella no sabía nada, nunca supo aunque sospechó, hasta... hasta hace dos días), y después llegué a mi cama de nuevo y lloré. De ese llanto sonoro y atroz que me estremece, pero me salía de adentro y no sé. No sé por qué cresta lloraba. Pero me hizo bien.

Ahora desperté en mi yo normal, y me duché, y me arreglé el pelo y en un rato más saldré a contaminarme con el aire de afuera pero en busca de algún libro, y más rato espero estresarme un poco con el vestido que me está terminando mi vieja, pero que espero se vea muy lindo y que la pase bien mañana, y que me dejen mandarme a cambiar a las tres o algo así porque ni loca me quedo hasta las siete de la mañana en el entuerto ese.

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