I need I want I will domingo, febrero 01, 2009
Cuando llevaba el cabello corto no se me ocurría nunca pensar en lo
poco femenina que me debía ver en ojos de alguna gente, y mucho menos
se me ocurría que hubiera mejor música que esa que se hace con
guitarras acústicas y letras románticas las más de las
veces. En ese tiempo tampoco me reprimía las ganas de bajarme un paradero
antes de la casa solamente para pasar a comprar un chocolate enorme y comerlo
mientras subía por Rojas Magallanes y miraba todas esas casas lindas
que aparecen de repente cuando se anda por lo alto, y a nadie se le ocurría
presionarme más de la cuenta para que anduviera con bikini en la época
de verano. Ahora me dan ganas de que fueran iguales esas cosas, lo de poder
ir a cortarme el cabello sin que estén todos diciéndome que qué
linda me veo con el cabello largo y que las de cabello corto me atraen mucho
menos y que yo siempre he pensado que mientras más largo más femenina
la chica. Desde luego, el tiempo en que llevaba el cabello corto y hacía
todas esas cosas era el tiempo también en que estuve lo más gorda
y triste que he estado en toda la vida, y por eso digo que indiscutiblemente
de mujer delgada soy mucho más feliz, pero junto con esa felicidad vinieron
las restricciones del chocolate (que, para ser honesta, no me molesta tanto
en mi fuero interno como me molesta tener que anotar todas las cosas que como,
y entonces eventualmente leerlo y dejar que fluya rápidamente la culpa)
y el largo del cabello y a veces no sé si lo que me detiene de ir a la
peluquería es que quizás no me guste el corte o que quizás
no quiero dejar de verme tan linda en los ojos del resto, porque mientras más
corto el cabello más redonda la cara y mientras más redonda la
cara más gorda yo y de nuevo todas las penas que ahogaba con el chocolate
que compraba en el paradero anterior al que me correspondía, y es verdad
que en ese tiempo muy rarísima vez había alguien que pensara siquiera
en decirme que qué linda estoy. Lo que sí he pensado es que, sin
embargo la baja de peso y el cabello largo y la prudencia en los chocolates,
lo mismo me quedan ahí las mentalidades culposas de antes y quizá
fuera verdad que es solamente dentro de mi cabeza que todavía me veo
tan grande y desfigurada y quisiera tener una silueta más armoniosa y
suave y menos como la que me toca, y que de todas maneras sé que efectivamente
tengo porque puedo tocar y sentir todo eso extra, especialmente cuando estoy
de pie. Que no es mentira que acostada me siento más linda, que no es
mentira que yo pensaba que acostarme iba a servir para sacarme bastante de esa
culpa que siento encima, pero también que no es mentira que de cabello
corto se ve menos linda la cabeza en la almohada y que de cabello corto da más
frío alrededor del cuello cuando es invierno.
Y lo malo de ir a cortarme el cabello es lo irreversible de esos procesos: no
es como un simple chocolate, que si me lo como no pasa nada en mi cuerpo, porque
el cabello queda tirado alrededor de la silla y luego alguien lo barre y yo
redescubro formas de mi cabeza que había olvidado hace tiempo y acaso
no me guste y luego ya no hay nada que hacerle sino esperar, y otra vez tres
años dejándome la cabeza tranquila para que vuelvan a fluir los
rizos que, no obstante mis expectativas, son tanto o más difíciles
de peinar que los mechones cortísimos que llevaba a los dieciséis.
Etiquetas: el miedo, lo de ser mujer, mis innumerables talentos