Thank you for the music viernes, julio 27, 2007
Allá en Mendoza está lleno de calles que van en una sola dirección
y las recorren, en su mayoría, coches viejos y a veces humeantes, con
parches descoloridos en el metal. Por las calles caminan gentes que hablan gracioso
y en las esquinas hay lustrabotas trabajando incansablemente (me tocó
ver un par de mocasines brillantísimos, inignorables) al lado de un carrito
donde ofrecen fruta confitada y maní. Las tiendas abren a las ocho de
la mañana en invierno (a las siete en verano, por el calor) y a eso de
las dos de la tarde todo cierra y las calles se desiertan para dar paso al almuerzo.
Luego de las cuatro el sonido vuelve a la ciudad. La música folclórica
es profundamente parecida a la nuestra pero la gente aplaude las cuecas y los
gatos con generosidad, con interés genuino. En el centro de la ciudad
hay una plaza enorme y cuatro más pequeñas como satélites
en las calles aledañas. Sólo existe tráfico en dos sentidos
en las avenidas más grandes, y en general los semáforos son un
adorno algo ignorado, por cuanto los que andan en coche atraviesan las intersecciones
como quieren y cuando quieren.
Ay, me gustó muchísimo esa ciudad. No sé si veo el atractivo
que ve la población chilena estándar cuando se larga para esos
lados en los feriados largos, pero me gustó mucho por el aire a pueblo
antiguo, a respeto por las tradiciones. Volveré alguna vez.
Para la parte frívola: me dieron sesenta pesos para gastar. La nada misma: cincuenta de esos me gasté en dos CDs de mi Jamie Cullum. Otro poco se gastó en comida. También el miércoles a la noche fuimos al Casino Provincial, donde topa la calle San Martín. Máquinas tragamonedas por todos lados, a mí me pusieron diez pesos en una máquina y después de presionar unos botoncitos y jugar en varias máquinas distintas con gráficos diferentes, salí con doce pesos. La idea era no perder nada y lo logré, aunque apostar no es lo mío. Curioso cómo en la mesa de la ruleta las moneditas plásticas se reparten por todos los espacios en cosa de segundos. Y ganan poco, me parece. Pero estuvo interesante, aparte del olor viciado y las caras maniáticas de los apostadores.
Y hoy fuimos a comprar vestidos para el matrimonio. El mío es realmente hermoso, de color damasco, apropiadamente corto para mostrar la pierna y suficientemente juvenil como para usarlo con zapatos chatos, porque no hay modo de subirme a zapatos con tacos. Duraría dos segundos, si por algo llevo tantos años caminando en zapatillas: lo importante es que me veré linda y espero que sea una buena noche. Nos vemos el ocho de septiembre en la iglesia.
Etiquetas: querido diario
la costumbre mata de a poquito nuestra ciudad, supongo.
el cómo relatas hace que Mendoza me tinque mucho. =)
me despido, un poco congestionado
nos vemos por la U
:)
Mendoza es hermosa. La visité para mi gira de estudios y quedaron muchas 'primeras veces' grabadas en mi mente. Amo a esa ciudad. Amo el hecho de que teniendo muy poca plata chilena puedas comprarte la tienda de Puma, comer chocolates y alfajores y enamorarte mientras tanto.
^^
Volveré a Mendoza, pero cuando esté enamorado de nuevo.
Sabes que me enamoré de Mendoza por tu descripción. Además tu parte frívola me hizo recordar las toneladas de chocolate que compré cuando fui a Bariloche el año pasado.
Yo cacho que por eso amo Argentina.
Quiero ver fotos :)
Saludos tú, chica PUC.
La recién llegada....jajaja
Que risa, Chica Puc.
Me alegra que lo hayas pasaso bien oye...me tienen chato ya algunos ramos entre tanta prueba que nos imponen...
En fin, nos vemos luego.
=)
Y aún no sube entrada la chica que ama escribir?
Mendoza... Mendoza...
me vió hacer tantas cosas que ahora preferiría olvidar...
cuidate eh! ^^