El pase bip hace bipbip jueves, marzo 15, 2007
Fui al Altamira a visitar a los chiquillos trabajadores estresados que tuve por profesores.
Ni cinco minutos desde que empezó mi visita y ya me habían hueviado como tres veces.
¡Tengo un par de ex-profes que *saben* hacerme sentir en casa, a pesar de lo pesados que son!
Pero me dieron almuerzo (muy a regañadientes) y copucharon conmigo del museo y de las experiencias no tan agradables en el metro (mi sincero pésame a la gente que viajó en ese vagón) y cosas profesorísticas por el estilo, y la otra semana vamos a ver Los Infiltrados, porque ya está bueno que la veamos, si ganó mejor película y tal.
También: un hombre murió sofocado en el metro.
Si la gente del Transantiago todavía no se da cuenta de lo que le está haciendo a la gente es sólo porque no quieren, porque no tienen ningún real interés en todos nosotros. Ahora quizá se preocupen, donde se murió alguien, pero muchos y muchas ya se han desmayado dentro... (incluyéndome, aunque mucho antes de que pasara este gran cambio de cara a la capital, como se dice). Debe ser horrible morirse parado así y que encima la gente no se de cuenta, porque primero no se puede mover, y también porque asumen que nada más se desmayó.
Yo, por lo pronto, sigo yéndome en los buses clones, porque van un poco menos llenos y se demoran menos que la troncal de verdad, aunque creo que tendré que empezar a levantarme más temprano (otra de las estupideces que le piden a la gente, desde luego) para llegar a la hora porque me estresa llegar tarde a cualquier lado. La puntualidad es una de las cosas que persigo. Eso sí, agradezco que las troncales que atraviesan Vicuña sean de las micros articuladas o en su defecto reacondicionadas enchuladas en serio, porque hoy tomé la 507 para llegar ahí arriba en Grecia y... eh, las micros en las que me volvía antes a mi casa eran menos flaites que esa. La misma micro que mete bulla y está sucia y tiene los asientos destruidos, sólo que pintada de blanco (lo que se me ocurre que deja ver las fallas aún más) y con un validador instalado. Lo que sí, echaba de menos los personajillos que se ven en esas micros. Una señora se subió a cantar (no me gustaba su timbre de voz, pero cantaba bien) y un tipo subió a vender chicles Dentyne dos por gamba (es que eran grandes). A ella le di plata y a él no le acepté los chicles, porque me estresa que te los dejen en la falda y después lo ofrezcan: siñores pasajeros tengan muy güenas tardes, mi intención no es ná molestar...
Y lo otro: fui al registro electoral (por fin). Así que tengo mi tarjetita que supongo tendré que plastificar, para que esté bonita y reluciente, y en un año y medio más supongo que iré a votar. Capaz que Pato Vargas me pegue sus costumbres y termine votando por el Juntos Podemos, porque concuerdo con que los del gobierno se han mandado suficientes condoritos. Pero me inscribí ahora, previsora que soy, porque capaz que de aquí a un año y medio más me muera y es mejor saber que cumplí mi deber ciudadanístico (porque si algo nunca se me olvidó, es que si no participo de la votación, evidentemente no debería tener derecho a alegar).
Etiquetas: examen de paciencia, querido diario
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