Si no sabe, sonría; hasta que el materialismo histórico los separe.

Y entonces se van las luces y yo me olvido de donde estoy sentada y de que el útero me está matando desde la mañana, porque la función acaba de empezar. Si hay algo que me encanta es poder abstraerme de la realidad. Para una, que anda la mitad del tiempo maquinando historias sobre gente que no existe, no es demasiado difícil, pero por lo general se trata de un fenómeno completamente mental, y tener a veces la oportunidad de abstraerme de verdad de la realidad circundante es una maravilla y un regalo. Por eso me encanta el teatro.

Fueron tres días de fiesta para ver cuatro obras: El Quijote No Existe, Viaje a la Penumbra, La Cicatriz y Nadie es Profeta en su Espejo, del maravillosísimo dramaturgo chileno Jorge Díaz. Sí, ese que escribió El Cepillo de Dientes, su obra más conocida.

Me encanta que haya gente más atenta que yo para que me diga "mira, eso no lo hizo ayer". Es que nunca había visto una obra (o dos) dos veces seguidas y no se me habría ocurrido fijarme en esa clase de detalles. No hizo falta, de todos modos, porque hubo cambios especialmente notorios. Eso y sentarme del otro lado de la sala cambia la perspectiva, pero me gusta que se mantenga el espíritu de la obra a pesar de todas las cosas distintas. Es un poco como el jazz, pensé ayer, y el pensamiento ese me hizo ponerme feliz. Aunque las obras eran harto más melodramáticas que eso.

En fin, yo soy pésima para comentar las cosas que me gustan de verdad. Eso y que no sé qué decir, porque Jorge Díaz es mucho mejor de lo que soy yo ahora (y quizás nunca sea como él) y me terminó de instalar el bichito por la dramaturgia en el cuerpo. Lo malo es que sigo pensando que antes no tenía tanta tribuna... pero como se murió. Es como todo en verdad. Creo que mejor me pongo a escribir.

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