Esa parte del pelo donde empieza el cuello es hipersensible y lo redescubrí hoy, cuando la Dolly (nuestra amorosa perra Yorkshire) le estaba ladrando a un viejo en el estacionamiento y saltó sobre mí y mi trencita de macramé nueva y me la tiró muy fuerte y me saltaron como tres litros de lágrimas sólo por eso.

La cosa es que, insistiendo como insisto en que me cargan las cosas de moda y no usaría nada porque esté de moda, hace muchísimos meses que quería una trenza de macramé y ahora la tengo y no me importa lo que piense el resto. Aunque claro, en Santiago no es tanta la moda porque allá la llevan las hardcoritas. Mi trenza nueva es colorida y preciosa y no me duele la parte de donde está agarrada, no como la última vez, hace casi dos años en Pucón (pero nosotros nos quedamos en Caburgua, que tan top no somos), cuando tenía el pelo rosa y estaba enferma de gorda y el pelo lo tenía también muy corto y me quedó tan tirante la cosa que al día siguiente de hacerme la cuestión me la tuve que cortar porque era demasiado doloroso.
Y la trenza se perdió y ahora la volví a encontrar hace un par de meses, y me la colgué del pañolín de grupo. En la parte de arriba todavía hay un poco de pelo rosa fosforecente que asoma, aunque bastante desteñido. Pero estoy pensando en que deberé quitar del pañolín la trenza porque ahora tengo una en la cabeza y andar trayendo dos es un poquito mucho.

Lo bueno de mi trenza, aparte de ser completamente preciosa, es que llena el lado derecho de mi cara y entonces no tengo que ponerme aros a ese lado, lo que es mejor porque mi aro favorito vino guacho de Brasil, y entonces lo puedo poner al otro lado y quedo lista, de paso ahorrándome un montón de plata en comprarme pares de aros que de todas maneras termino guardando por ahí porque siempre pierdo uno y en realidad no son aptos para andar solitos, al contrario de mi aro brasileño de madera desconocida (Francisco me dijo el nombre una vez, pero me olvidé y él también), que es tan grande y bonito y colorido que se luce por sí mismo.

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