Terminar es mucho más facil jueves, enero 18, 2007
Esto es el final de un cuento que no puedo escribir, aunque tengo un montón de historia que potencialmente significaría mi excomunión de cualquier iglesia cristiana en el mundo - pero no me sale y creo que esta parte es la única que realmente me gusta porque es lo que tengo más claro. Y de todas maneras esto resume muy bien de qué se trata.
Por última vez se levantó malhumorado y cojeó rápidamente hasta el saloncito donde estaba el altar. Las pequeñas florecillas doradas que había colocado Rosita esa misma mañana ya estaban marchitas en los vasos amarillentos. Una luz estival entraba desde la derecha; la ventana no tenía cortinas, y hasta las manos del viejo tenían un color como de retrato en sepia, inmemorial.
Lentamente levantó el ojo bueno hasta nivelarlo con los de la impasible virgencita que tenía en frente. La estatua de cera lloraba a borbotones.
—Ah, no, ¡esto ya no lo soporto más! —gritó el viejo, al tiempo que se volvía y con la izquierda se tocaba el hueco del ojo malo, todavía mojado y viscoso—. Que para las bromas de nadie ando, señora, así que chínguese usted y su casa, vieja lasciva, repugnante y burlesca.
El cuartillo en el fondo del patio lo había rociado con una parafina vieja, apenas dos semanas antes de vaciarse el ojo derecho. La madera estaba perfumada y brillaba con el óleo que la marinaba. Se encerró dentro con tres gallinas y, después de atarlas a la puerta y asegurarla bien, le prendió fuego a las paredes, y esperó.
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