El Toyo, 8-9-10 de Diciembre de 2000 miércoles, enero 10, 2007
Se me ocurrió que es tiempo de hacer memoria como corresponde y relatar todas mis experiencias en los diferentes campamentos que he tenido, esto porque ayer estábamos con la Pía recordando los viejos tiempos y me bajó la nostalgia. Así que desde ahora lo haré, y espero ir de a poquito, editando cuando me parezca que me acuerdo de algo más o que hay más cosas que mencionar. Lea bajo su propio riesgo, pues este primer ejercicio está lleno de memorias de una niña de entonces once años y sus amigas igual que ella, y supongo que hay muchas cosas que, a los ojos de alguien que jamás ha sido scout como yo, parecen completamente incomprensibles.
Primer Campamento: El Tojavascript:void(0) Guardar como borradoryo, 8-9-10 de Diciembre de 2000
En ese entonces yo llevaba cuatro meses recién cumplidos en la Compañía, pero éramos bastantes ya. Bueno, la Cisne seguía siendo la patrulla de dos personas de siempre, la Dani (mi hermana) y la Carla; en la Delfín estaban la Pía, la Consuelo, la Paula Valencia, la Paula López y una niña a la que le dio insolación, era gordita pero no me acuerdo el nombre (y quizás habían otras más... numerosas ellas siempre); en la Gacela estaban la Nicole, la Feña y otra niña que fue a ese campamento y que no vimos ni antes ni después, nunca más; y por supuesto, en la Panda, mi patrulla, estaban la Vale, la Belén, la Romina, la Maca y yo. No me acuerdo por qué no fue la Javiera pero no fue, qué raro.
El lugar de campamento quedaba bastante escondido de donde nos tiró el bus, por lo que cada una tuvo que cargar con sus cositas y subir un cerro enfermo de empinado por lo que sería una media hora atroz, y después bajar ese mismo cerro enfermo de empinado pero para el otro lado. Donde finalmente llegamos había harto árbol y arbusto y quedaba al ladito de un río pequeño de donde sacamos agua y nos bañamos, claro. Al frente habían otros tipos nada que ver en su propio campamento pero creo que ponían cumbia todo el día y cortaban los árboles con unos cuchillos gigantes como sables de flaites jajajaj. Pero en ese tiempo se llamaban de otra forma porque la palabra flaite no la habían inventado aún.
La primera noche nos sacaron a todas, y creo que a los de Tropa también, para hablarnos de los sachenes. Estos tipos eran nuestros hechiceros ultra ocultos a los que había que temer y, porque en otros lados le pegaban a los niños o alguna cosa atroz como esa, y ya no existen, pero ese día apenas nos hablaron de eso y ya. A la vuelta era hora de acostarse y al abrir mi carpa no encontré mi mochila (de mi hermano o de alguien así, se la llevaron completita) pero como era tarde pensé que era broma nomás y me olvidé. Pero no apareció más y yo me pasée por el campamento con la misma ropa los tres días porque algún lindo del campamento del frente se la tiene que haber robado y qué atroz.
Ah, sí, otra cosa más nos robaron: los tótemes de todas las patrullas. No recuerdo si fue esa noche o a la mañana siguiente que encontramos un papel atroz escrito en esas letras tiesas - no me acuerdo el mensaje pero alguien nos dijo (un dirigente chori que había en la tropa en ese tiempo, que no me puedo acordar ni de su cara) que el tipo que se lo había robado se llamaba el "Halcón Observador". Eso por la firma que había dejado. Pero según entiendo aparecieron de vuelta los tótemes cuando despertamos.
Al otro día en la mañana tuvimos que inventar juegos las patrullas, de los cuales no me acuerdo mucho, excepto alguno en el que había que hacer mímicas y cosas y yo tuve que actuar "Patrulla Panda" lo que fue muy fácil porque nos rodée en un círculo a nosotras y ya estaba. Otro juego era tomarse un plato de agua en el suelo (no pregunten) y después salir a buscar el tótem de la patrulla por el cerro. La hora de almuerzo fue un espectacular desastre porque se supone que cocináramos por patrulla, con leña, pero este montón de niñas de once años no sabía prender fuego y los hogares que hacíamos eran bastante endebles... así que nosotras creo que comimos una hamburguesa media congelada y a las Delfines se les pegaron los fideos. A las Cisnes les quedaron ricos pero yo andaba media picada y no los probé porque era (sigo siendo) así de orgullosa.
A la tarde nos fuimos al río, por supuesto. En sí nada muy importante excepto la batalla campal con la Tropa de entonces, de los cuales estoy pensando sólamente sobrevive aún Rodrigo Toledo dentro del grupo. En ese tiempo los troperos se llamaban Peñi-Antu y habían cuatro patrullas: la Castor (de la cual todos, absolutamente todos nos reímos en algún momento de ese año), la Tigre y la Puma son las que recuerdo, pero había otra también. Lo difícil de acordarse de los nombres es que estos niñitos cambiaban las patrullas casi todos los años (aunque las dos últimas duraron bastante). Había un niño en la tropa que se llamaba Nicky y que le dio por navegar bajo el agua y les tocó las piernas a casi todas. Fresco él, tan chico.
En lo de la vida de patrulla, durante el campamento completo la Maca andaba enamorada de un niño de otro lado pero estaba emocionadísima contándonos que se iba a embarazar de él o ya estaba o alguna cosa así. El resto molestábamos a la Romina porque la pobre no podía ir al baño y (okey, es que una es tan ridícula cuando tiene once) también llegamos a la conclusión de que estaba embarazada. La primera noche la Valentina durmió ultra estirada y nosotras apretadísimas en el restito de la carpa que nos dejó, y la Belén se quejó todo el rato de los "grillos culiaos" que habían y en general nos reímos mucho. A la segunda noche nos cambiaron a otro lado la carpa por alguna razón y creo que dormimos con la cabeza hacia abajo o algo. Nos cambiaron porque encontraron que nos habíamos instalado muy lejos. En fin. Siguiendo con el relato de los acontecimientos.
Por ahí por el atardecer, mientas nosotras luchábamos por mantener nuestro pequeñito fuego prendido para cocer unas vienesas (que encima se pegaron en el sartén sin teflón) nos llamaron urgentemente y tuvimos que salir corriendo. En nuestra única ceremonia de campamento, a esa hora en que el cielo está naranjo y empieza a bajar la calor, nos entregaron a todas el pañolín del grupo.
Es mitad rojo y mitad azul y en ese entonces era muy cortito, bastante más que ahora. Pero estábamos todas orgullosísimas de haberlo recibido por fin.
A la noche tuvimos nuestro primer Fogón. Era noche de celebración en todas las unidades, aunque por mi pobre vida ni siquiera me acuerdo de si habían lobatos en ese entonces (no, sí habían, porque Claudio Luci estaba con ellos, pero no me acuerdo de sus caras... seguro conozco a alguno ahora de grande), pero supongo que tuvieron su Flor Roja, y donde previamente había acampado la Panda las golondrinas tuvieron su Trinada. Nosotras tuvimos Fogón con la tropa, desde luego. Nos llevaron hasta donde tenían estas ramas y cosas para prenderlo y lo rodeamos en círculo. Después nos hicieron agacharnos y mirando al suelo golpear con las palmas, golpear y golpear (un sonido que todavía recuerdo, completamente sincronizado y con el aliciente de estar levantando un montón de polvo con los golpes) y gritar: ¡Hechicerooo! (más fuerte, chiquillas, más fuerte) ¡Hechiceroooo! (¡¡¡¡máááás fuerte!!!!) ¡Hechicerooooo!
Y vinieron. No los vimos, obvio, porque estábamos mirando al suelo aún. Hablaron con voces ásperas y corrieron alrededor de nosotros y a algunos los empujaron más hacia el suelo y nosotros seguíamos golpeando pero después ya prendieron el fuego y se largaron. Cuando eso pasó ya nos dejaron pararnos y la fiesta empezó. Danzas varias, un par de actos y representaciones (me acuerdo de haber actuado de curado pero no me acuerdo del sketch jajaja), más danzas y en general una buena onda que no se había visto nunca entre nosotros, chicas y chiquillos... al final cantamos un Kumbayah que en ese momento me gustó (en general los odio, son fomes y poco sincronizados, yo los fogones los terminaría con un grito gigante) y nos fuimos a dormir.
Y he aquí el fin de mi relato porque de lo demás no me puedo acordar. El día diez yo cargué una bolsa de basura llena con las pocas cosas que me quedaron por todo el cerro, porque mi mochila no volvió a aparecer, y conversaba con la Marcela, una guiadora de golondrinas de ese tiempo, muy gordita pero muy simpática también. En el bus la Fabiola (nuestra responsable) nos cantó por primera vez esa canción entonces tan terriblemente sugerente y que decía una cosa como esta:
Ella: "¡¡Guí-as!!"
Nosotras: "¿Qué-e?"
Ella: "Saben lo que hacemos con los troperitos que nos encontramos en el caminito?"
Nosotras: "No, ¿qué?"
Ella: "Los llevamos a la carpita, dubidubidú, dubidubidú"
Nosotras: "¡Los llevamos a la carpita, dubidubidú, dubidubidú!"
Y mucho rato sigue porque es entretenida y después el pobre troperito queda amarradito desnudito dentro de la carpita y hasta ahí nomás llegaba la canción porque todavía nos quedaba algo de inocencia y nunca la terminaron de contar, pero la imaginación es grande y supimos llenar en los espacios vacíos.
Y ese fue el inicio. Seguro fue en ese campamento que me enamoré de ese mundo tan bonito, a pesar de que desapareció mi ropa y mi camisa y mi etapa Alba original. Quizás fue por esa sensación de amistad, de compañerismo tan bonita que había logrado formar en tan sólo cuatro meses con unas niñas que nunca había visto antes, pero con las que nos reímos durante todos esos años juntas.
Etiquetas: eso de ser guía
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