La despedida del cuarto cé miércoles, noviembre 08, 2006
Supongo que en una despedida hay que recordar las cosas que aprendí, y por eso aquí están: uno, aprendí a desconfiar de cuanto papel o paquete llegara a mis manos; dos, aprendí a tirar chuchadas cada vez que me enervara el nivel de griterío de una sala; tres, aprendí a nunca relajarme en espera de que llegaran a tirar tomates de la cabaña de al lado, en la jornada; cuatro, aprendí a manejar mi inminente ataque de nervios con el nivel de tontera general a mi alrededor; y cinco, aprendí que una nunca está a salvo.
Pero también aprendí otras cosas bonitas. Como que es posible hacer el amor con las manos, y reírse sanamente con las tallas de la Mara mientras se hacen las tareas, que en momentos de necesidad siempre habrá alguien con el torpedo exacto y que en momentos de histeria se pueden hacer intercambios de conocimiento y trabajos con un compañero en aprietos; aprendí a mantener el oído atento al último cahuín o copucha sexona en clase de Artes, aprendí a contextualizarme como corresponde, aprendí que los metaleros son todos distintos y que incluso pueden llegar a transformarse en lanas o zapatear como la Kiblisky; aprendí que la cagué con cuática por no haber ido a la gira, y sobre todo aprendí que los terminé queriendo más que la cresta y que los voy a echar de menos, porque mal que mal, “este es el famoso Altamira” y aquí vamos a terminar de formarnos como los adolescentes conflictivos que somos.
Gracias niños y niñas por enseñarme el ratismo y las risas. Espero que todos sean felices y tengan una vida agilá, aunque estemos todos cesantes porque somos unos flojos de mierda, y eso no se puede negar. Gracias por enseñarme el estilo de vida súper loco Altamira que nunca voy a olvidar. Un beso y los amo,
la Pauly
Etiquetas: querido diario
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